sábado, 21 de febrero de 2009

El árbol.

Mi primera entrada en mi blog se la dedico a "alguien" muy especial, que recuerdo con nostalgia cada vez que paso por el lugar donde se alzaba...


El pasado martes, cuando conducía rumbo a mi casa por la calle que precede a la mía, me percaté de algo que debía haber ocurrido tiempo atrás. El árbol que adornaba y prácticamente monopolizaba el paisaje que se ve desde la citada calle, ese árbol que junto a un caserón antiguo se elevaba sobre las tierras sembradas a retales, había sido arrancado. El motivo: la próxima construcción de una zona residencial, el Nou Mil·leni, plagada de adosados y edificios que doblará el tamaño de Catarroja, mi pueblo. Y me ha invadido la nostalgia, y he sentido una profunda tristeza al ver que nunca volvería a ver a aquel árbol que en mi adolescencia me anunciaba la llegada a mi hogar cuando retornaba a pié del instituto porque todavía no sabía (ni podía) conducir. Aquel árbol, quizá no el más frondoso, quizá no el más bello ni el más grande, pero si el más entrañable posiblemente de todos los que jamás he visto. Dicho árbol, en compañía de una típica casa de la huerta valenciana, permanecían impasibles a las inclemencias del tiempo, al día o a la noche, entre las llanas tierras parcheadas de parcelas, dotando al paisaje de un aspecto tan humilde como hermoso. En los atardeceres, su oscura silueta se recortaba sobre un cielo del color de la sangre. Por las mañanas, los afanados campesinos laboraban cerca. Y el árbol parecía decirles: "Miradme. Soy más alto que vosotros, y aunque nos alimenten las mismas tierras, mis ramas han visto más generaciones que las que vosotros podréis ver jamás". Si, más grande, más longevo… Pero no más cruel. Nadie gana al hombre en cuanto a la crueldad se refiere. Y ha sido esa crueldad despiadada la que ha acabado con la vida de este árbol. La que ha detenido el funcionamiento de sus diminutas células, cada una de las cuales una maravilla bioquímica que ni el más brillante de los científicos podrá igualar. Total, para ser reemplazado por el proyecto de una avanzada "semiciudad"
Y pienso, además de en todo esto, que la vida es como ese árbol y yo. Mis actuales costumbres desaparecerán con el paso del tiempo. Mi modo de vida acabará enterrado en mis recuerdos. Muchas personas que están conmigo, en un futuro, no estarán. Y finalmente yo seré arrancada de este mundo como ese árbol. Aunque no hace falta ir tan lejos. Mi infancia, y hasta mi adolescencia, se han esfumado del mismo modo. Mi época de juegos y de despreocupaciones jamás volverá. Quizá ahora esté en ese lugar, junto al árbol, donde se reúnen todas las cosas que ya no existen.
Me pregunto, pues, si algún contemporáneo mío habrá reparado ya en su ausencia. Si alguien se habrá percatado que el caserón llora su pérdida, pues su gran y único compañero de fatigas ya no podrá dar sombra a ningún campesino más. Si se darán cuenta de que el paisaje ahora se queda pobre, y de que este mismo caserón lleva la cuenta atrás de los días que le quedan para reunirse con su amigo porque la voluntad del hombre así lo quiere. Y como se que la respuesta es probablemente "no", escribo esto. Para que algo tan entrañable no se pierda en el olvido de los años.
Entonces, pienso en el complejo residencial que va a sustituir al protagonista de este escrito. En unos años, en ese lugar se alzarán edificaciones con pretensiones de rascacielos. Una ciudad de ensueño futurista, con amplias viviendas y zonas ajardinadas, tal y como rezan los carteles que ahora se elevan en las inmediaciones anunciando lo inminente. Intentando visualizar épocas venideras, veo a la próxima generación, esa que me sucederá a mí, caminando por iluminadas calles, con bonitos edificios y construcciones de aspecto innovador, con el móvil en una mano y la mascota virtual en otra, pensando en que su televisor de plasma ya se habrá quedado demasiado anticuado al lado del nuevo modelo del vecino, o que se les habrá olvidado programar la domótica de su casa para que la calefacción se conecte a la hora prevista y les caldee la vivienda a su retorno de la oficina. Pero todos ellos, por muchas comodidades que tengan gracias a las nuevas tecnologías y lo avanzado de la ciencia, ignorarán que bajo el asfalto que ahora pisan todavía permanece la tierra que en su día abrigó las raíces de un árbol que hoy me ha servido de inspiración. Y no sabrán que se siente al ver que cerca de tu casa hay un árbol centenario que quizá plantara algún amigo de tu tatarabuelo, porque para ellos será como si nunca hubiera existido. Desconocerán por siempre cuán sencillo y pintoresco era el cuadro que formaba su presencia.
Ordenadores portátiles, coches de gran cilindrada, avanzados electrodomésticos o minúsculos MP3, jamás podréis competir con tan sólo un ejemplar hijo de la naturaleza por muy útiles y entretenidos que seais, ni tan si quiera con uno. Y por supuesto, jamás podréis hacerme sentir tan viva como lo hizo aquel modesto árbol que en su día me ofreció su existencia sin exigir nada a cambio, y que ahora es parte ya de mis recuerdos.

1 comentario:

  1. eyyyy!!! te has hecho blogger! xDDD 1º coment xD. Soy Alex, x cierto, la verdad q no se como identificarme u.u
    Ya lo lei en su dia, asi q poco tengo q decir q no te dijera ya en su momento, quizas q leyendo la parte de q la vida es como ese arbol, puedo sentir más claramente el miedo al futuro incierto ahora, ya q yo tb lo temo.
    Weno, nos vemos xD

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