miércoles, 2 de septiembre de 2009

El arte de las palabras


Muchos son los profesores que me han marcado a lo largo de mi trayectoria formacional, y es curioso ver que algunos de los mejores se encontraron condensados en los 2 años que duró mi estancia en el instituto Berenguer Dalmau: Inma Garrido, Lola Tarazona, Ana Valero, Concha Gil… Más tarde, en la universidad, he tenido a profesionales que jamás olvidaré de la talla de Brito, Verdugo, Marcelí, los gemelos Núñez, Amparo Latorre o Rosa de Frutos… Pero hoy desearía dedicarle mis humildes palabras de aficionada a la escritura a una persona que influyó muchísimo sobre mí y mi manera de pensar, que me hizo amar las palabras y me aficionó a jugar con ellas: mi profesor de castellano Carlos Campa.

Es cierto que tiendes a sentirte identificado con aquellos profesores que centran su docencia en aquella asignatura por la que sientes pasión. Concha Gil fue la primera “no-pseudoprofesora-de-biologia” que tuve, la idolatraba en parte y aspiraba algún día llegar a saber tanto de Ciencias de la Vida como ella sabía. Pero cuando una asignatura no despierta especialmente tu interés, hasta que llega alguien que te abre los ojos y te enseña a apreciar algún nuevo maravilloso campo de la sabiduría, entonces sientes gratitud y te alegras que por alguna mera cuestión burocrática del centro donde estudiabas, hubieran asignado a esa persona como profesor de tu curso.

Lo mismo me pasó con Eva Vila en 3º de la ESO: odiaba el inglés, me aburría y no lo comprendía. Al conocerla, me transmitió su pasión por la filología inglesa, por la típica pronunciación del inglés británico, y desde entonces, amé esa lengua.

Con Carlos me ocurrió lo mismo en 2º de Bachiller. Me habían comentado que la asignatura de Castellano en ese curso era mortífera, plagada de aburridos comentarios de texto que hacer y a la que debía añadírsele la presión de la inminente selectividad al acabar el curso.

Contra todo pronóstico, e invalidando todos aquellos testimonios, me lo pasé tremendamente bien mientras duró mi último año de instituto en aquellas clases. Si bien a veces escribía mis ideas solo para entretenerme, durante aquel curso descubrí que las palabras pueden ser utilizadas de manera extremadamente divertida para narrar el simple vuelo de una mosca, y convertir un cotidiano hecho sin ningún tipo de valor intelectual en una narración de una riqueza que puede calmar esas ansias de saber, de creatividad, de expresión… que muchas personas sentimos y necesitamos sacar a flote si no queremos que nuestro cerebro muera ahogado en un maremagnum de conceptos.

Carlos me enseñó a vivir por y para la Escritura de la misma manera que ya vivía por y para la Ciencia o el Arte (siempre con mayúsculas, por Dios!!). Cuando terminé aquel estresante año descubrí que me había convertido en una escritora compulsiva que almacenaba sus escritos de mil y un temas en su ordenador, y los guardaba como oro en paño aunque probablemente fuesen deprimentemente mediocres y jamás llegasen a publicarse.

Las clases con Carlos eran divertidas e ilustrativas a partes iguales, llenas de anécdotas lingüísticas o literarias, con textos a analizar que te hacían sentir como si estuvieras entreteniendo tu tiempo libre, y nunca realizando deberes que al día siguiente debieras de entregar. Todavía recuerdo el Castellano Viejo de Larra, que me arrancó más de una carcajada sonora y que sigue siendo uno de mis textos favoritos. O las narraciones que realizaba, tanto para la asignatura como para el periódico del instituto. Ahora las releo y tengo que reprimir impulsos pirómanos dirigidos hacia esos (mis) manuscritos: me horroriza mi pobreza de vocabulario, mis más que recurridos/socorridos/aburridos juegos de palabras, y me digo a mi misma que probablemente dentro de 10 años, cuando relea estas palabras, maldeciré el día en que desvergonzadamente decidí publicarlas y demostrar a aquellos que lo leyesen lo ilusa que era al creer que estaba escribiendo algo que merecía la pena ser publicado.

Pero escribimos para sacar algo que llevamos dentro, darle forma y acercarlo a otras personas, y así sentir que no somos pedazos de carne aislados de los demás, sino que estamos en conexión con nuestros contemporáneos.

Esa conexión que de vez en cuando estableces con personas que marcan tu personalidad o tus gustos, y a las que a partir de ese momento siempre recordarás con nostalgia.

No se si te comunicaré que he escrito este (quizá cursi) escrito (valga la redundancia). Pero si llegas hasta aquí así habrá sido, pues las probabilidades de que te topes con él de casualidad por la web son escasas.

Si acabas de leer esto, dos cosas a decirte: muchas gracias por haberme creado esa necesidad de escribir, aunque ahora sea una esclava de ello, y haber incrementado un poquito mis conocimientos literarios. Y la otra: ya sabes cual es mi blog ;)

Se despide,

Angeles!!


Foto: Una de esas maravillas de la vida que prende la chispa de mi inspiración, me cautiva con su misterio tan particular y me ayuda a evadirme cuando así lo deseo: Venecia y sus Carnavales.

miércoles, 15 de abril de 2009

Life in Colours!!


¿Por qué no la vida en colores? ¿Por qué no plantearnos nuestra estancia en este mundo como un regalo precioso que aprovechar? Somos complejas máquinas biológicas que podrían fallar en cualquier momento, así que cada instante vivido es una pequeña maravilla que deberíamos saborear intensamente... Entonces, ¿por qué el 90% de las personas se empeñan en amargarse la vida y amargar la de los demás si no tienen verdaderos motivos para vivir sumidos en esa especie de negrura en la que viven? Busquemos como meta de nuestra vida la felicidad, la satisfacción personal, y no la envidia y el recelo por aquellos que poseen lo que nosotros no tenemos.


Los colores, el espectro de radiación visible comprendido entre el rojo y el morado es uno de esos placeres para la vista. Pintemos el mundo con todos y cada uno de los tonos que podemos distinguir. Todo es un poquito más bello si trabajas por que lo sea, si te levantas después de caer, si sabes resurgir de tus cenizas más vigoroso que nunca después de una etapa de crisis o depresión, si buscas los detalles hermosos que nos ofrece la vida... ¿No merece la pena pelear por ello? No perdemos nada por intentarlo.


Foto de una de las obras de Yayoi Kusama, japonesa colorista que descubrí ayer mismito!

miércoles, 25 de marzo de 2009

Consejos de Moda

Por Angelar la Fashionable.

Mis más estimados amigos y amigas. De vez en cuando no va mal hacer pequeñas incursiones por el mundo de la frivolidad y venerar aquello que es efímero y superficial. Me he permitido, asi pues, desperdiciar algo de mi tiempo escribiendo sobre un tema concupiscente, pero que igualmente me mantiene entretenida sin dejar que mis neuronas mueran por aburrimiento mientras me trago, literalmente, toda la bazofia de shows televisivos con los que nos bombardean hoy en día. Antes de todo, he de comunicar que la chispa que me ha impulsado a escribir esto es que he sido recientemente rebautizada como Angelar la Fashionable en un extraño movimiento que va camino ahora de alcanzar todo su esplendor (véase, http://congregacionbarroquista.foros.ws/index.php Join it!).
Por lo tanto, he decidido hacer honor al adjetivo que acompaña mi nombre y escribir (parodiando en cierta medida) algunos de mis conocimientos sobre moda y estilismo que he ido adquiriendo a lo largo de los años, gracias a seguir con atención los diseños de alta costura que aparecen en las grandes pasarelas y a las advertencias que mi sabia madre me ha hecho desde que era pequeña, con el propósito de que no me convirtiese en una "Juani" cualquiera. Pido disculpas por adelantado por si alguien no cumple alguno de los puntos que voy a exponer a continuación y se siente ofendido por mi crítica. El primer paso para abandonar toda horteridad es ser consciente de los errores propios y no volver a cometerlos. Si aún así, el lector no comparte mis ideas y piensa que por llevar una minifalda con tacones de charol rojos la susodicha NO es una perfecta mascachapas, no importa… Esto no es más que mi visión particular del apasionante mundo de la estética, las tendencias y los trapitos varios.
LA MINIFALDA, esa delicada prenda.
Solo al alcance de algunas pocas, la minifalda es una prenda cuya cantidad de tela debe ser directamente proporcional a la cantidad de celulitis de su portadora. Si, las que como yo, somos unas grandes fanáticas de la protagonista de este punto, nacida en los 60-70, pero no poseemos medidas perfectas ni piernas de infarto, la mejor opción es combinarla con unos leggins que limen nuestros defectuosos muslos y regularicen la piel de naranja. Si aun así sentimos incontenibles deseos de mostrar nuestras extremidades, es mucho menos peligroso hacerlo en verano, con una minifalda moderada que nunca suba más allá de la mitad superior de nuestros muslos, o utilizarla solo en zonas playeras, donde las prendas con escasa tela están más permitidas, sin correr el riesgo de autoetiquetarnos como "lobas de aquí te quiero ver" al utilizar una de ellas. Hay tejidos incompatibles de "per se" con esta prenda (charol rojo, cuero negro…)
SI ENSEÑAS PECHO, NO ENSEÑES PIERNA, Y VICEVERSA.
Quizá una de las pocas frases sensatas que han salido de los labios de Victoria Beckham, pero que se ganó mi beneplácito en cuanto la escuché. Continuando en cierta forma con el apartado anterior, si al final decidimos mandar todo al carajo y ataviarnos con una bonita y vistosa falda corta, nunca, bajo ningún concepto y pena de muerte, debemos combinarla con una camiseta que muestre parte de nuestros encantos superiores. Si queremos continuar siendo tan fashionables como dignas de ello, lo mejor es cubrir nuestro tronco con una camiseta cerrada. Una de las mejores opciones es un jersey fino de cuello cisne para el invierno, cosa que dará un toque muy setentero a nuestro estilismo. Al igual que lo dicho anteriormente, podemos tomar las zonas playeras como excepciones a la regla, pues es un lugar donde la legislación estética es mucho menos estricta. Así, si tras estar tomando el sol decidimos que nos apetece un helado, podremos acudir al quisco más cercano con una minifalda, o un pareo en su defecto, y la parte superior de nuestro bikini, mostrando nuestras carnes sin correr el riesgo de dar una imagen equivocada de nosotras mismas. Ahora bien, si aceptamos esta indumenta para esta ocasión, mi más sincero consejo es que al acudir al quiosco sustituyamos el helado por un botellín de agua fresca, si no queremos que nuestro tejido adiposo aumente de volumen contra nuestra voluntad.
Por otra parte, un escote generoso siempre deberá ser acompañado por unos bonitos pantalones largos, por ejemplo, o una falda que llegue más allá de las rodillas. Jamás de los jamases utilizar un Wonder bra en este caso. Mucho mejor es la opción de buscar un sujetador discretito que no nos las ponga en bandeja. Claro está, si la intención de la persona es pillar cacho en alguna discoteca barata, es mejor olvidar todo lo que he dicho. Allí solo desentonaríamos si no las tuviéramos en la garganta.
Solo si somos modelos de 1,80 de estatura y 45 kilos de peso desfilando para Galliano o Caballi podremos infringir la crucial norma Victoriana, aunque es muy probable que en ese caso no lleguemos a nuestro destino y nos desvanezcamos por el camino por falta de glucosa en nuestro cerebro, o directamente por agotamiento de recursos lipídicos de nuestras reservas. Muy posiblemente también nos tumbe una ráfaga de viento.

LOS TACONES, dejando a un lado los Manolo’s.
No tan delicados como la minifalda pero igualmente peligrosos si no se saben combinar. Los tacones son un complemento realmente útil: casi cualquier conjunto "casual" puede metamorfosear a elegante si se acompaña de algún modelo de zapatos de esta especie. Ahora bien, los tacones nunca deben ser utilizados al mismo tiempo que las más que citadas minifaldas, shorts, tops (que, por nuestro bien, no debe ser empleado nunca fuera de un gimnasio), o prendas análogas. Además, la longitud del tacón debe ser moderado salvo excepciones como grandes eventos, no pasando de los 7 cm. Como los zapatos de tacón de aguja y acabados en punta son especialmente controvertidos, aconsejamos optar por los de tacón ancho y punta redondeada, muy de moda en la actualidad.
Importante también la acústica del tacón: es hermoso que un tacón suene, pero sin sobrepasar el límite. Si vamos más allá de éste, la cantidad de decibelios emitidos por nuestros pasos será inversamente proporcional al glamour que nos envuelva y nuestra llegada será anunciada inevitablemente mucho antes de que se produzca.

LOS COLORES, hermoso regalo para nuestra vista.
El negro siempre es la mejor opción para resultar elegantes. Pero si no estamos de luto ni somos simpatizantes de esta práctica, podemos encontrar este monocromatismo aburrido y monótono. No olvidemos que la vida no es en blanco y negro, sino que es en color, y que la evolución (o "Dios" si preferís llamarlo así) nos ha dotado de unos maravillosos ojos que pueden captar las diferentes longitudes del espectro de luz visible y regocijarse en ellas. Aquí van algunos de los colores que pueden incrementar nuestro atractivo si son empleados convenientemente.
Rojo: si bien no es mi color favorito, he de decir que a las morenas es uno de los que más nos favorecen. Nos llenan de energía y nos hacen sentir sexies. Un rojo oscuro, rayano al granate es la mejor opción, por ejemplo, para camisetas, jerseys o rebecas. Evitar el charol de este color en la medida de lo posible.
Verde: los verdes claros favorecen mucho más a las rubias, sobre todo si sus ojos son de ese tono. Cuidadito con que otros colores se combinan. Suelen quedar muy bien con cítricos (dícese del amarillo y el naranja).
Blanco: ideal para el verano, en faldas ibicencas, camisas del mismo estilo o pitillos extremados. Nunca usar con ropa interior negra debajo. No olvidemos que las Juanis acostumbran a llevar pantalones de este color sobre tangas negros :S
Morado: soy una gran defensora de este color. Si combinamos la amplia gama de violetas, lilas y morados rosados podemos conseguir un aspecto elegante al tiempo que algo tribal. Recordar que el púrpura era uno de los tintes más caros del Medioevo y siglos posteriores, de forma que solo grandes personalidades como los cardenales se lo podían permitir en su ropa.
Dorado: ¡Ja! :P Hermoso color, pero que si es utilizado sin conocimimento puede hacernos parecer una burbuja Freixenet, en el mejor de los casos (en el peor de ellos alguna amiga hortera de Paris Hilton). Mi consejo: si nos encanta y no podemos resistir la tentación, utilizarlo solo en pequeños detalles y contadas ocasiones. Por ejemplo, unos zapatos dorados, una diadema, un bolso o una camisa en un oro sufrido si vamos a una fiesta… Si corremos la gran suerte de ser invitados/as a la gala de los Oscars o alguna del estilo, podemos ser un poco más generosos y llevar alguna prenda más significativa de dicho color, siempre y cuando no descuidemos el diseño de ésta.
Plateado: lo comentado con el dorado sirve igualmente con el plateado (¡Ja!x2). Aunque hay un dicho bastante extendido que afirma que "oro y plata, mala pata", no lo apoyo, pues ambos colores, combinados, crean un efecto visual muy logrado si están en su justa medida. Simpatizo infinitamente más con éste. (¡Ja!x3)
Amarillo: dependiendo de la prenda/objeto que se impregne de dicho pigmento, conseguiremos dar una impresión u otra. Por ejemplo, y aunque no venga demasiado al caso ejemplificar con automóviles, no es lo mismo un SEAT ibiza amarillo que un mini amarillo… Si bien el primero es digno de un mascachapas y su novia la Juani, el segundo resulta infinitamente más chic.
Naranja: no pasarnos con él, a no ser que deseemos ser confundidos con el butanero del barrio, o con la bombona de butano en sí.
Azul: sus efectos son muy dispares. Mientras un azul marino se asemejaría bastante a un negro, dándonos un toque de elegancia, un azul celeste es inmensamente más jovial y combina en las rubias igual de bien que los verdes claros.
Marrón: color perfecto para ser usado en otoño. Y su nivel de perfección aumenta si se combina con ocres. La pana y el ante son los tejidos de color marrón por excelencia. ¡Cuidadito con las manchas en estos tejidos!

EL PEINADO.
Son muchos los peinados pueden resultar acertados y elegantes, dependiendo de la ocasión. Veamos ejemplos.
Una cola de caballo puede ser muy bonita si no está demasiado estirada ni se combina con clips grandes o turbantes (práctica muy "Juani"). El coletero, cuanto más fino, mejor. Patricia Conde suele llevar colas sumamente acertadas.
Moño a lo Audrey-Herpburn, ideal para eventos nocturnos. Aunque no lo he comentado hasta ahora, Audrey era una persona inigualable en cuanto a estilismo y estética. Su imagen es objeto de culto incluso ahora, más de 15 años después de su muerte, y es una de las pocas actrices que jamás erró en alguna de sus elecciones en cuanto a indumenta se refiere, confiando en el genial Gyvenchy para casi todos sus vestidos. Cualquier cosa negra con la que cubramos nuestro cuerpo si llevamos uno de estos moños nos elevará a lo más alto.
Pelo corto-chic. Aunque las melenas suelen resultar atractivas para los hombres, la pura verdad es que el pelo corto suele renovar el aspecto e impregnar de jovialidad a la mayoría de las mujeres. Solo las más atrevidas deciden dejarse un corte andróginamente chic. Ideal para las personas con cuello esbelto, y combina de maravilla con pañuelos anudados en él.
Mechas. Práctica de alto riesgo. Emplear solo a modo de reflejos en tonalidades similares a nuestro color. Por ejemplo, si tu melena es negra, QUEDA TERMINANTEMENTE PROHIBIDO (y aquí si que utilizo la palabra PROHIBIDO) hacerse mechas rubias. Unas de color rojo apagado son mucho mejor opción. Si tu melena es castaña, las rubias no quedarán tan mal, dependiendo siempre del castaño y del rubio en sí. A las pelirrojas, les va que ni pintado unas de color cobre. A las super-mega-blondies-osea, mechas rubias de un tono más suave ponen la guinda a sus melenas.
Melena al viento. Nos dota de un cierto toque salvaje. Es una de mis favoritas.
Dos coletas/trenzas/pirris. Perfectas para dar un toque Lolita a nuestra estética. Van de maravilla para llevar a diario si nos identificamos con ese estilo. Mi consejo: usar cada coletero de un color. Pero solo si estamos de acuerdo con ello. No es algo obligatorio.
MAQUILLAJE.
Mala es su carencia, pero TERRIBLE Y HORROROSAMENTE peor es su exceso. Si no queremos parecer monitos de feria, nunca debemos pasarnos con él. Si somos mujeres jóvenes en plena flor de la vida, lo más acertado es un toque en los ojos y otro en los labios, añadiendo quizá algo de rubor en nuestras mejillas cuando nos vayamos de fiesta. Para las morenas un ralla negra en el ojo y un rojo amarronado en los labios es ideal de la muerte. Para las rubias, los grises azulados y los rosas, respectivamente, son infinitamente mejores. No olvidar nunca un perfilador de labios que defina el contorno de estos, pero teniendo en cuenta que el tono empleado debe ser muy similar al del tono del pintalabios. Un perfilador oscuro utilizado alrededor de un pintalabios claro no es NADA recomendable (muy típico de nuestras anti-cristos las Juanis). Y por supuesto, si Dios nos ha dotado de unos labios finos muy alejados de los carnosos de Angelina Jolie, don’t worry, los labios finos son hermosos igualmente y perfilarlos por fuera solo conseguiría darnos un aspecto de monigota malpintada sin espejo.
En cuanto a los ojos, el eyeliner es la mejor opción para conseguir una raya definida, pero el lapiz clásico es más recomendable para un aspecto más natural. Las sombras son ideales para poner la guinda. Cualquier revista suele tener truquitos bastante acertados sobre el tema.
Por supuesto, nunca olvidar nuestros rasgos a la hora de pintarnos, y utilizar aquellos colores y formas que más nos favorezcan. Más importante que maquillarnos como nos guste, es maquillarnos de forma que nos saquemos el punto. Esto depende de cada una, y solo se descubre consultándolo al espejo de nuestro cuarto de baño. Requiere horas de entrenamiento.
No debemos olvidar nunca que sin maquillar, pueden confundirnos más o menos con alguna aparición recién llegada del mundo de la ultratumba. Si nos maquillamos mal, con quien probablemente nos confundirán es con cierto tipo de señoras que, con todos mis respetos, se ganan la vida en clubs de alterne, o en esquinas en su defecto.

LA ODIADA VÁSCULA
Nuestro peso es uno de esos aspectos que más quebraderos de cabeza nos lleva a las personas preocupadas con nuestra propia estética. Si para colmo hemos pasado nuestra infancia como el típico niño gordito a modo de patito feo en medio de un ambiente hostil donde las calumnias verbales y no verbales eran el pan nuestro de cada día, y donde la típica panda de odiosas descerebradas, para aumentar su ego, te insertaron en el cerebro la creencia no fundamentada de que con tu físico a lo sumo ligarías con Steve Urkel, pues nuestra obsesión será incluso mayor. No obstante, todos los que se hayan sentido identificados con este breve resumen de la edad escolar sabrán que el tiempo es sabio y generoso con estas personas, y que un buen día de primavera, en medio del piar de las aves y de los dorados rayos de sol que se cuelan por la ventana de su habitación, una descubre que no es tan fea como había estado creyendo toda su vida, y que el espejo ya no devuelve la imagen de un patito feo, sino de un cisne que ahora aquellas energúmenas miran con desdén, pues con ellas el paso del tiempo no está siendo tan benévolo y lo que antes eran sus cuerpecitos de jovencitas en plena pubertad, ahora son troncos que comienzan a acumular lorzas de odio y dejadez.
Bueno, decía, tras esta digresión sobre mi propia edad de juegos, que nuestro peso es una de esas cosas que más nos obsesiona. Nunca pongamos el listón demasiado alto y nos empeñemos en igualar a Giselle Bundchen en cuanto a medidas se refiere: para ello tendríamos que volver a nacer. Lo que si es cierto es que cada persona posee un peso ideal: no todos estamos guapos cuando adelgazamos, y cada constitución física se ve más favorecida con unos kilos de más o unos kilos de menos. Por ello, perseguir la estética anoréxica que tanto se ha impuesto hoy en día es, no solo costoso, sino también poco acertado.
Lo que si se debe evitar a toda costa es el efecto yo-yo que puede dejarnos con unos cuantos pliegues de piel hueca. Lo mejor: comer siempre de todo, en su justa medida. Ceñirse a un planning de alimentación, a una dieta, y no saltarsela en la medida de lo posible. Las sucesiones comilonadeNavidad-dietadelaalcachofa-comilonadeNavidad-dietadelaalcachofa no solo acabará con nuestra silueta, sino también con nuestro hígado.
EL MOMENTO
Es de suma importancia el momento en el que nos veamos envueltos, pues no usamos la misma ropa para salir a hacer footing que cuando vamos de boda. Si bien hay gente que acostumbra, por ejemplo, a acudir a clases con tacones de aguja, dos dedos de maquillaje, un palmo de rimel y bolso de Carolina Herrera, no lo apruebo (aunque respeto). Cada situación requiere su conjunto, sin tener porqué dejar de ofrecer siempre nuestra mejor imagen. Por ejemplo, a clases podemos ir maquilladas y arregladas, pero con moderación, gusto y medida. Es muy recomendable un estilo "casual" para ello. A una cena podemos vestirnos más lujuriosamente, ser más generosas con el maquillaje y más atrevidas con los tacones, por ejemplo. No resultaría procedente tampoco ir a comprar leche al super en zapatillas de andar por casa, pero tampoco veo aconsejable bajar de punta en blanco, a no ser que nos veamos obligadas a hacerlo porque minutos después hayamos quedado con algún cañón.
Y hablando de cañones, en cuanto a las citas… ¡ay, las citas! Son objeto de tantos quebraderos de cabeza en cuanto a lo que se decide llevar que nos crea estados de ansiedad de nivel creciente al grado de atracción que dicho acompañante ejerza sobre nosotras. De antemano, ya digo que olvidemos tratar de convencer al otro que nos hemos puesto lo que primero hemos pillado, pues todos sabemos que nos hemos pasado horas intentando encontrar ese estilo cuidadosamente descuidado del que hacemos gala, y de nada sirve engañarnos y engañar a los demás. Vamos a pasarnos como mínimo dos semanas decidiendo lo que vamos a llevar, para después pasarnos otras cinco horas arreglándonos, y otras dos más comprobando delante del espejo que estamos presentando nuestro mejor aspecto. Suele ser recomendable tener una amiga/madre que nos aconseje sobre ello, pues la cita suele ofuscarnos de tal manera que casi nos cuesta pensar.
*Nota: los que hayan llegado hasta aquí sabrán que disfruto haciendo uso de la hipérbole.
ANTES MUERTA QUE … SIN DEPILAR.
Una de las peores cosas que puede hacer una mujer es salir a la calle sin depilar. Aunque llevemos ropa que cubra esas zonas donde no debería crecernos vello. Es un sinvivir que no recomiendo a nadie salir a la calle con pelacos en las piernas aunque llevemos los típicos vaqueros que cubren hasta el tobillo, pues pasas la mayor parte del tiempo pendiente de que ningún niño con malicia u objeto protuberante con la misma intención enganche tu pantalón y te obligue a mostrar contra tu voluntad esas piernas que se empeñan en competir con las de doña Rogelia a la mínima que nos descuidamos. Ídem con las axilas. Para peluquines sub-braquiales ya tenemos a muchos que yo me se, con la gran diferencia de que los hombres se lo pueden permitir. Dos zonas más hiper-mega-importantes que estas son el bigote y el entrecejo. De los que no acostumbran a depilar esta última zona han surgido diversas subespecies que solo nombraré y definiré: el Homo Sapiens Unicej (la ceja izquierda y la derecha forman una linea continua y tupida de manera que parecen tener una gran ceja) y el Homo Sapiens Tricej (posee una tercera ceja sobre su nariz a parte de las dos habituales cejas sobre sus ojos).
Muy importante también para las chicas es el vellito molesto del ombligo. Recomiendo depilar, aunque muchas se empeñen en decolorar con andina. Eso solo queda bien si es muy poquita la pelusita que nos crece. He visto auténticas pelucas teñidas de amarillo.
En cuanto a los chicos… Pues bueno, la depilación es un tema que les preocupa bastante menos, para que nos vamos a engañar. Según los rumores los metrosexuales optan por acabar con todo el pelo de su cuerpo excepto con el de su cabeza… Personalmente no considero estético toparse con un hombre que parezca un bebé recién salido del vientre de su madre, y el vello de brazos y piernas aumenta el atractivo de las extremidades masculinas. Pero para gustos, los colores. Ídem con el pecho. Por supuesto, aunque se opte por dejar un torso estilo-natural, nunca emular el momento "Mar Azul" del videoclip de aquel cantante del que ya casi nadie se acuerda llamado Cristian, donde dicho sujeto aparecía felizmente cantando en una playa "Nuestro amor es azul, como el mar azul…" mientras el pelo de su cabeza, de un rubio teñido, desentonaba escandalosamente con el pelo de su pecho, de un negro natural. Una de dos: o se lo teñía, o se lo arrancaba (tanto el del pecho como el de la cabeza, para igualar la cuestión)… Lo que ocurrió fue mucho mejor: se calló y nos dejó a todos vivir en paz, lejos de tamaña horterada.
No hablaré de una última parte de la anatomía que unos deciden depilar y otros no para no dotar a este texto de una vulgaridad de la que soy totalmente enemiga, aunque todos estéis pensando en ello.

LA LIMPIEZA ES MADRE DE LA BELLEZA
Y la paciencia es madre de la ciencia. Uno de los dichos preferidos de todas las madres que suele preceder a la frase que tanto les gusta pronunciar: "Ve siempre con ropa interior limpia, porque si te pasa algo estarás presentable". Da igual lo elegante que vayas, el dinero que te hayas gastado en tus pantalones de Carolina Herrera… bueno, vale… en tus pantalones de Mango… da igual que te hayas pasado toda la mañana maquillándote. Si te hueles, hueles. Y aquí no nos sirve la famosa frase de Jesulín "Callaos que no huelo", pues nuestro sentido de la vista o del oído no interfiere para nada con el del olfato, y aunque nuestros ojos estén contemplando la obra más hermosa que jamás se haya visto, nuestras narices pueden estar oliendo al mismo tiempo el hedor más apabullante que se haya encontrado. De nada sirve tampoco tapar nuestro olor corporal con perfume del caro o del potente. No hace falta ser Jean-Baptiste Grenouilli (protagonista de "El Perfume" con un olfato inverosímilmente privilegiado) para saber cuando dos olores se mezclan en el espacio y en el tiempo con la intención de confundir al otro haciéndole creer que vamos limpitos y duchaditos. Lo mejor: una buena ducha… que tampoco dos. Aprovecho para declarar que esa práctica que todos los pijos baratos con aires de superioridad suelen "decir" que llevan a cabo en verano de ducharse más de una vez al día es mala para la piel (aunque al tiempo que te lo están diciendo percibas ese olorcilla a cebolla cruda).
Y por supuesto… ¡No nos pasemos con el perfume del mismo modo que no nos pasamos con el maquillaje! Si no queremos que nos sigan los insectos confundiéndonos con apetecibles flores productoras de néctar dulce, con una o dos aspersiones de nuestro perfume favorito suele ser suficiente, a lo sumo tres si es un olor muy suave. Todos hemos pasado por algún sitio donde ya no se divisa a nadie en las inmediaciones, pero cuyo ambiente está todavía impregnado en alguna imitación de escaso presupuesto del famoso número 5 de Channel.
DIME A QUIEN IMITAS Y TE DIRÉ QUIEN ERES.
Muchas veces es divertido ir por la calle y comprobar que cada persona parece imitar a alguna diva o creadora de tendencias de las que suelen aparecer como mejor vestidas, y a veces como peor. Aquí algunas de las más frecuentes.
Marilyn: son poco habituales las imitadoras de esta musa si nos encontramos en la calle corriente, pero parece tener muchas admiradoras en la alfombra roja. Scarlet Johanson suele seguir su estilo acertadamente. No lo hacen Cristina Aguilera o la exmujer de Marilyn Manson de cuyo nombre no quiero acordarme.
Audrey: ya citada anteriormente, es una de las más imitadas. Aunque la mayoría de admiradoras fracasan en el intento.
Paris Milton: en el polo opuesto de las dos anteriores, pero tristemente igual de imitada. Aunque a veces la rica heredera lleva ropa igual de cara que bonita, el perrito colgado de su brazo vaya a donde vaya suele estropear esa imagen por acertada que haya sido en ese momento. La mayoría de las veces no deja de ser una Juani-con-dinero.
Amy Winehouse: personalidad no le falta. Y la respeto y le hago una reverencia por ello. Pero se ha ganado a pulso el doblete en las listas de 2008 llevándose el primer premio de las peor vestidas y también el de las peor peinadas. Aunque sus atuendos podrían aceptarse, los gigantescos tatuajes que estampan su piel son una ofensa para la vista. No obstante, ya me he topado a unas cuantas con cardados peinados, rayas donde se deben haber dejado un eyeliner completo, y cinturones de charol rojo bastante inconfundibles. Aprovecho para mandar un consejo a todos sus seguidores, y a ella misma si fuera a leer esto: las drogas son maaaaaalaaaaas. La vida se disfruta el doble cuando tus cinco sentidos están a pleno rendimiento. Ejem, ejem.
Emmy Rossum: mi musa a seguir en cuanto a estilismo se refiere. Es poco conocida, pero su armario es uno de los más envidiados por mí. Sus vestidos de corte romántico y femenino causan en mi incontenibles tendencias cleptómanas, pues no tengo el dinero suficiente ni para comprar la orilla de alguno de ellos.
Penélope: pssss… A todos les ha dado un extraño arrebato de euforia, cuando yo la veo como de las más normalitas e impersonales vistiendo. La crítica alabó el peinado y vestido que llevó a los Oscars 2007, un Dior crema elegido en el último momento cuando su primera opción se había escalabrado. A mí no dejó de parecerme una treta publicitaria, y el recogido y Channel negro que llevó a los 2008 me parecieron infinitamente mejor. Subió nota este año con el vintage de los 60. Aún así, sigo opinando que carece del carisma que una creadora de estilo debe poseer.
….
….
Mmm…
......
.......
Me doy asco a mi misma… No creí que fuera a caer tan bajo, hablando de la ropa de los famosos como cualquier reportero del corazón, cánceres del buen periodismo y de los artículos de opinión.
Ejem… acabemos… ejem

Y TU PERSONALIDAD, lo más importante.
Por supuesto, faltaba este mi mayor y más sincero consejo: se tú mismo. Viste como te de la real gana haciendo caso omiso a lo que te diga la gente. Nada de lo comentado hasta ahora tendrá valor si somos simples loritos repetitivos que vestimos la moda al pie del cañón. No olvidemos que nuestra indumenta es como nuestra carta de presentación hacia los demás, que es una forma de expresar lo que llevamos dentro y que se debe ajustar a nuestra personalidad. No demos la satisfacción a los imbéciles descerebrados y enalienados que visten de forma clónica de ser como ellos. Se tú mismo, y que los demás no te quiten el sueño. Si nuestra vida tiene tantos contratiempos que es imposible ser dueño por completo de ella, cojamos firmemente las riendas de aquello que sí podemos controlar. Y nuestra forma de vestir es una de esas cosas. No la dejemos al libre albedrío del prójimo. Nuestra personalidad es uno de los regalos más agradables que se nos da al nacer, aunque algunos renieguen de ella y traten de confundirse con la masa.


Fdo: Angelar la Fashionable

PD: Se aceptan críticas, sugerencias, proposiciones (decentes)… también indecentes… xxxxDDD
(No he podido evitar citar al gran Andy, ejem y más ejem!)
PD2: Próximamente más paranoias…

sábado, 21 de febrero de 2009

El árbol.

Mi primera entrada en mi blog se la dedico a "alguien" muy especial, que recuerdo con nostalgia cada vez que paso por el lugar donde se alzaba...


El pasado martes, cuando conducía rumbo a mi casa por la calle que precede a la mía, me percaté de algo que debía haber ocurrido tiempo atrás. El árbol que adornaba y prácticamente monopolizaba el paisaje que se ve desde la citada calle, ese árbol que junto a un caserón antiguo se elevaba sobre las tierras sembradas a retales, había sido arrancado. El motivo: la próxima construcción de una zona residencial, el Nou Mil·leni, plagada de adosados y edificios que doblará el tamaño de Catarroja, mi pueblo. Y me ha invadido la nostalgia, y he sentido una profunda tristeza al ver que nunca volvería a ver a aquel árbol que en mi adolescencia me anunciaba la llegada a mi hogar cuando retornaba a pié del instituto porque todavía no sabía (ni podía) conducir. Aquel árbol, quizá no el más frondoso, quizá no el más bello ni el más grande, pero si el más entrañable posiblemente de todos los que jamás he visto. Dicho árbol, en compañía de una típica casa de la huerta valenciana, permanecían impasibles a las inclemencias del tiempo, al día o a la noche, entre las llanas tierras parcheadas de parcelas, dotando al paisaje de un aspecto tan humilde como hermoso. En los atardeceres, su oscura silueta se recortaba sobre un cielo del color de la sangre. Por las mañanas, los afanados campesinos laboraban cerca. Y el árbol parecía decirles: "Miradme. Soy más alto que vosotros, y aunque nos alimenten las mismas tierras, mis ramas han visto más generaciones que las que vosotros podréis ver jamás". Si, más grande, más longevo… Pero no más cruel. Nadie gana al hombre en cuanto a la crueldad se refiere. Y ha sido esa crueldad despiadada la que ha acabado con la vida de este árbol. La que ha detenido el funcionamiento de sus diminutas células, cada una de las cuales una maravilla bioquímica que ni el más brillante de los científicos podrá igualar. Total, para ser reemplazado por el proyecto de una avanzada "semiciudad"
Y pienso, además de en todo esto, que la vida es como ese árbol y yo. Mis actuales costumbres desaparecerán con el paso del tiempo. Mi modo de vida acabará enterrado en mis recuerdos. Muchas personas que están conmigo, en un futuro, no estarán. Y finalmente yo seré arrancada de este mundo como ese árbol. Aunque no hace falta ir tan lejos. Mi infancia, y hasta mi adolescencia, se han esfumado del mismo modo. Mi época de juegos y de despreocupaciones jamás volverá. Quizá ahora esté en ese lugar, junto al árbol, donde se reúnen todas las cosas que ya no existen.
Me pregunto, pues, si algún contemporáneo mío habrá reparado ya en su ausencia. Si alguien se habrá percatado que el caserón llora su pérdida, pues su gran y único compañero de fatigas ya no podrá dar sombra a ningún campesino más. Si se darán cuenta de que el paisaje ahora se queda pobre, y de que este mismo caserón lleva la cuenta atrás de los días que le quedan para reunirse con su amigo porque la voluntad del hombre así lo quiere. Y como se que la respuesta es probablemente "no", escribo esto. Para que algo tan entrañable no se pierda en el olvido de los años.
Entonces, pienso en el complejo residencial que va a sustituir al protagonista de este escrito. En unos años, en ese lugar se alzarán edificaciones con pretensiones de rascacielos. Una ciudad de ensueño futurista, con amplias viviendas y zonas ajardinadas, tal y como rezan los carteles que ahora se elevan en las inmediaciones anunciando lo inminente. Intentando visualizar épocas venideras, veo a la próxima generación, esa que me sucederá a mí, caminando por iluminadas calles, con bonitos edificios y construcciones de aspecto innovador, con el móvil en una mano y la mascota virtual en otra, pensando en que su televisor de plasma ya se habrá quedado demasiado anticuado al lado del nuevo modelo del vecino, o que se les habrá olvidado programar la domótica de su casa para que la calefacción se conecte a la hora prevista y les caldee la vivienda a su retorno de la oficina. Pero todos ellos, por muchas comodidades que tengan gracias a las nuevas tecnologías y lo avanzado de la ciencia, ignorarán que bajo el asfalto que ahora pisan todavía permanece la tierra que en su día abrigó las raíces de un árbol que hoy me ha servido de inspiración. Y no sabrán que se siente al ver que cerca de tu casa hay un árbol centenario que quizá plantara algún amigo de tu tatarabuelo, porque para ellos será como si nunca hubiera existido. Desconocerán por siempre cuán sencillo y pintoresco era el cuadro que formaba su presencia.
Ordenadores portátiles, coches de gran cilindrada, avanzados electrodomésticos o minúsculos MP3, jamás podréis competir con tan sólo un ejemplar hijo de la naturaleza por muy útiles y entretenidos que seais, ni tan si quiera con uno. Y por supuesto, jamás podréis hacerme sentir tan viva como lo hizo aquel modesto árbol que en su día me ofreció su existencia sin exigir nada a cambio, y que ahora es parte ya de mis recuerdos.