sábado, 26 de marzo de 2011

El cine… ¿adaptación o corrupción?



Hace vergonzosamente poco tiempo, tuve el gran placer de leer El Retrato de Dorian Gray… Y digo vergonzosamente porque jamás había leído ni esta ni ninguna obra de Wilde, aunque figuraba en la lista de mis escritores a conocer.
Como mis amigos de entrelectores.com habrán podido comprobar, le di la máxima nota que se le puede dar a un libro. Quizá mucha gente considerará esto un acto de generosidad extremo, o más bien la puntuación inculta de una cateta que acaba de leer un libro medianamente bueno. No me importa. Puntúo así a los libros que, a parte de gustarme y conmoverme, me hacen pensar y me aportan algo más a la persona que soy y que, como todas, está en continuo cambio, sugestionable al moldeo a que los acontecimientos de la vida la someten.
El tema de la corrupción del alma humana es uno de esos temas que más me atraen, y la manera novelesca con la que la trató el tío Oscar es ciertamente muy original. Es probable que en el siglo actual no se vea la evolución de Dorian Gray como un proceso oscuro y repugnante. A excepción del asesinato acaecido en el libro, y quizá algún que otro detalle más, Dorian no comete más pecado que el de sucumbir a sus impulsos hedonistas. Pero tengamos en cuenta que Wilde publicó la primera versión (por lo que he leído por ahí, más “light” que la actual) en 1890 (la serie de retoques que la convirtieron en lo que ahora es vendrían alrededor de un año después). En conclusión, una época en la que cualquier práctica sexual que se alejara de lo considerado “cristianamente correcto”, y que no tuviera fines únicamente reproductivos, era acto del diablo.
Pues bien, después de leerla allá por febrero de este mismo año, decidí alquilar la nueva versión para el cine de 2009, de un director llamado Oliver Parker, que según la omnipotente (y más útil que la navaja de McGuiver) Wikipedia, ya adaptó La importancia de llamarse Ernesto en 2002 y Un marido ideal en 1999. Podríamos considerarlo, por lo tanto, un fan del archiconocido Oscar Wilde.
Supongo que será comprensible que mis expectativas fueran altas conociendo estos detalles. Pues como, llegados a este punto, el lector habrá podido averiguar, no me entusiasmó. Ciertas escenas fueron cambiadas sin ningún motivo aparente más allá del de hacer la película más comercial (¡SPOILERS, AMIGOS! ¿De dónde sale la hija de lord Henry? ¿Por qué ese final sin esos matices tan importantes del libro?) o para crear morbo (¿Por qué Dorian acaba de rodillas frente a Basil dejando a la imaginación del espectador lo que ocurriera entre ellos? ¿Por qué a este segundo se le descuartiza?). Todas aquellas pulcras pinceladas que convertían la obra de Wilde en una pieza indispensable de la estantería de cualquier bibliómano, desaparecen. Lo que hace que la película sea entretenida y amena (especialmente, y es muy triste que detalles de este tipo sean el mejor aliciente, porque ver escenas a pecho descubierto o primeros planos de Ben Barnes sea particularmente interesante), pero vacía, como la típica historia de misterio que te atrapa durante casi dos horas, pero que olvidas fácilmente al salir del cine y no te aporta absolutamente nada, no te invita a pensar, no estimula tu intelecto ni tu creatividad.
¿Tan difícil resulta capturar la esencia de una obra literaria en una película, por muchos retoques que le hagas para adaptar el guión a algo de una duración limitada? ¿Por qué las películas suelen matar el alma de los libros que las inspiraron? Se supone que deberían complementarlos, acompañarlos de imágenes (y sonido)… ¿Por qué simplemente corrompen su espíritu, y presentan una imagen degradada de ellas, cual retrato de Dorian, que mostraba un aspecto inmundo y degenerado (aunque verdadero) de si mismo?
No me vale la excusa de que es la visión particular del director/guionista… No en este caso. El señor de los anillos era una visión particular de Peter Jackson. El perfume era una visión de Tom Tykwer. En ambas se ve una reducción de la calidad de la novela probablemente inevitable, pero salen tremendamente airosas. El Retrato de Dorian Gray simplemente se convierte en un cuento de miedo para niños.
Nada más que decir.
Por suerte, esta corrupción ocurre en la mayoría de los casos, pero no en todos. A veces ciertos cineastas puntuales han llegado a mejorar la novela original sorprendentemente. Pero esto ya es material para otra actualización…

martes, 22 de marzo de 2011

Muere, blog, muere...



Una vez más, y con ésta va la tercera, he decidido que mi blog necesitaba un nuevo giro porque el anterior se había dado en una etapa de esas en las que a falta de psicólogo (o incluso psiquiatra), te regodeas en tus propias palabras y te consumes en una melancolía algo injustificada.
Así que, borrando aquellas entradas que me producían vergüenza propia y algunas que pecaban en triviales y carentes de interés (no al menos más allá del interés anecdótico de una tarde de sábado en una cafetería rodeada de gente con la que forzosamente tienes que sacar un tema de interés común), he decidido que ya era la hora de morir para el que hasta ahora ha sido mi blog, prenderle fuego, purificarle el alma y verlo resurgir de sus cenizas.
Por respeto a aquellas entradas que, aunque no sean buenas, significan algo para mi, este acto de piromanía no será completo, y mantendré intactas algunas de ellas.
Esta vez quiero encauzar el blog hacia la crítica literaria, cinematográfica o musical, esas tres vías de expresión artística que tanto me apasionan, y procederé a comentar aquellas obras que hagan mella en mi, para bien o para mal, o simplemente tengan un pequeño detalle que considere digno de tratar.
Nada más. No me juzguéis, lectores, por mi gran promiscuidad temática. Aunque es equiparable a mi promiscuidad ocupacional (usted puede encontrarme un día estudiando como una loca, dibujando, bailando mis propias coreografías premeditadas, leyendo o escribiendo, de juerga con los amigos, realizando experimentos culinarios, o simplemente, vagueando, especialmente frente a la web) no es una promiscuidad libertina, que nada tengo en contra de ella, todo sea dicho...