martes, 22 de marzo de 2011

Muere, blog, muere...



Una vez más, y con ésta va la tercera, he decidido que mi blog necesitaba un nuevo giro porque el anterior se había dado en una etapa de esas en las que a falta de psicólogo (o incluso psiquiatra), te regodeas en tus propias palabras y te consumes en una melancolía algo injustificada.
Así que, borrando aquellas entradas que me producían vergüenza propia y algunas que pecaban en triviales y carentes de interés (no al menos más allá del interés anecdótico de una tarde de sábado en una cafetería rodeada de gente con la que forzosamente tienes que sacar un tema de interés común), he decidido que ya era la hora de morir para el que hasta ahora ha sido mi blog, prenderle fuego, purificarle el alma y verlo resurgir de sus cenizas.
Por respeto a aquellas entradas que, aunque no sean buenas, significan algo para mi, este acto de piromanía no será completo, y mantendré intactas algunas de ellas.
Esta vez quiero encauzar el blog hacia la crítica literaria, cinematográfica o musical, esas tres vías de expresión artística que tanto me apasionan, y procederé a comentar aquellas obras que hagan mella en mi, para bien o para mal, o simplemente tengan un pequeño detalle que considere digno de tratar.
Nada más. No me juzguéis, lectores, por mi gran promiscuidad temática. Aunque es equiparable a mi promiscuidad ocupacional (usted puede encontrarme un día estudiando como una loca, dibujando, bailando mis propias coreografías premeditadas, leyendo o escribiendo, de juerga con los amigos, realizando experimentos culinarios, o simplemente, vagueando, especialmente frente a la web) no es una promiscuidad libertina, que nada tengo en contra de ella, todo sea dicho...

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